LA LECCIÓN INVERSA
Es curioso pero no hace
mucho estuve de visita en el hospital. Teníamos que dar regalos a los niños
enfermos, relacionados con el futbol. Niños que deberían estar aprovechando sus
horas de vacaciones navideñas al aire libre y su máxima libertad es un cuarto
de unos metros cuadrados. Debíamos de estar con ellos, hacer unos pases y
sacarles una sonrisa, pero resulto ser al revés.
La lección nos la dieron
ellos. Esa educación moral que tenían, que nos enseñaron y que nos
transmitieron. Unos niños que tendrían
todos los motivos para estar preocupados, tristes, añorando todas esas cosas
que podrían estar haciendo y lo único que hacían era no dejar de sonreír.
Al principio estaban
tímidos pero poco a poco nos demostraron las ganas de superarse, de luchar por
la vida y sobretodo de disfrutar por aquello que tienen y no por aquello que
les falta o podrían tener.
Cuando acabamos nos
fuimos todos asombrados de la lección recibida, reflexionando si de verdad
cuando nos quejamos tenemos un motivo de importancia o somos caprichosos y
avariciosos en muchas ocasiones, simplemente queriendo cosas que no tenemos y
no disfrutando de muchas de pequeñas pero importantes cosas que tenemos en
nuestras vidas.
Al día siguiente cuando
nos juntamos en el entrenamiento comentamos todos los que habíamos ido lo
mismo. Muchas veces no valoramos lo que tenemos hasta que se pierde o ocurre
alguna desafortunada desgracia como la enfermedad de estos pobres niños.
Una lección que nos
servirá mucho en un futuro para luchar con más fuerza y saber disfrutar de
aquellas cosas que de verdad merece la pena. Fue raro, pero en lugar de mostrar
ciertos aspectos educativos de la formación del futbol y del deporte, creo que
fuimos nosotros los que recibimos una gran educación moral que nos servirá en
gran medida.
No es raro, es lógico. Porque las personas vulnerables a menudo nos dan lecciones con su cuerpo comunicativo, que tienen mucho más "desarrollado" (si se puede hablar en esos términos) que nosotros Y eso, a los que vivimos el mundo en un cuerpo disciplinado (o utilitario) nos deconcierta. Y, en cierta manera, nos deja desnudos frente a nosotros mismos.
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